
Y así, invisible y fantasmagórica, levantás la sábana del suelo junto con tu autoestima, las llaves de casa, la dignidad y un par de caramelos que se te cayeron y encarás la vuelta a vos misma, a ese estado de hermetismo en el que te sentís tan cómoda, donde nadie te ignora porque nadie entra, donde la soledad no pesa nada y el rechazo no se puede conjugar en ningún tiempo verbal. Guardás la sonrisa en la heladera para que no se eche a perder y la actitud en el cajón de la mesita de luz. Colgás los zapatos de una percha, tomás aire y un vaso de agua y te vas a dormir pensando en que el fracaso huele a eso, a invisibilidad y fantasmas que, por no saber, ni siquiera saben asustar.
»Dice Alejandra Pizarnik:
"Lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?"