Él se moría por ir a una parrillita en la costanera.
Ella hubiera matado por un plato de pastas caseras.
Pero terminaron en un restaurante de comida oriental.
A él le pareció bien sofisticado.
A ella le pareció mal decir que no.
El menú era inentendible, los mozos prácticamente mudos y los tenedores una especie en extinción.
Eligieron al azar. O por el precio [lo menos caro].
Seis o siete intentos con los palitos y ninguno de los dos quiso arriesgar más. Demasiados papelones para una primera cita.
Se resolvió un "no-tengo-hambre" por unanimidad.
Ella se excusó y dijo que iba al baño.
A los veinte minutos él decidió que ella no iba a volver.
Pidió la cuenta, pagó y se fue sin dejar propina.
Mientras ella caminaba buscando un taxi, mareada por los olores y colores de una comida que no probó, pensó que pucha, qué macana, pero menos mal que me di cuenta en la primera cita, que al amor no lo entiendo en ideogramas y dragones y que cuando llegue a casa me hago un plato de fideos con manteca y queso
Mientras él caminaba hasta el auto, mareado por el vino que terminó tomándose solo pensó que pucha, qué macana, que era linda mina pero rara, que las mujeres para mí siguen siendo chino básico y que mejor paso por el puestito de la esquina y me como un choripán.
Ella hubiera matado por un plato de pastas caseras.
Pero terminaron en un restaurante de comida oriental.
A él le pareció bien sofisticado.
A ella le pareció mal decir que no.
El menú era inentendible, los mozos prácticamente mudos y los tenedores una especie en extinción.
Eligieron al azar. O por el precio [lo menos caro].
Seis o siete intentos con los palitos y ninguno de los dos quiso arriesgar más. Demasiados papelones para una primera cita.
Se resolvió un "no-tengo-hambre" por unanimidad.
Ella se excusó y dijo que iba al baño.
A los veinte minutos él decidió que ella no iba a volver.
Pidió la cuenta, pagó y se fue sin dejar propina.
Mientras ella caminaba buscando un taxi, mareada por los olores y colores de una comida que no probó, pensó que pucha, qué macana, pero menos mal que me di cuenta en la primera cita, que al amor no lo entiendo en ideogramas y dragones y que cuando llegue a casa me hago un plato de fideos con manteca y queso
Mientras él caminaba hasta el auto, mareado por el vino que terminó tomándose solo pensó que pucha, qué macana, que era linda mina pero rara, que las mujeres para mí siguen siendo chino básico y que mejor paso por el puestito de la esquina y me como un choripán.
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