Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» La gravedad del otoño

En el otoño la Ley de Gravedad funciona de otra manera, por algo se caen las hojas de los árboles.

Yo lo puedo probar: a mí se me caen demasiadas cosas en el otoño. Se me cae el pelo mucho más de lo habitual. Se me caen algunos ídolos y algunos estandartes que creía firmemente embanderados. Hay tardes de otoño en que se me caen los ánimos y ciertas madrugadas que se me cae la ceniza del cigarrillo junto con algunas lágrimas.


En otoño tengo que tener cuidado porque se me puede caer la autoestima, o se me puede ir el alma al piso sin motivos aparentes. O caminando por cualquier calle, barriendo con los zapatos las migas de los árboles, se me puede caer una sonrisa, como sin querer. O algunos suspiros [se me caen varios suspiros].


El otoño hace que se me caigan de la cabeza, junto con el pelo, pensamientos extraños. Y también algunas ilusiones. Y no se extrañen si por ahí ven, [o creen ver] que se me resbalan unas ganas, unas terribles ganas, de que me quieran más de la cuenta.


[No se les vaya a ocurrir hacerme caso, es culpa del otoño, que funciona con una gravedad distinta, que hace que se me caiga el amor de las manos].


» Canción: When All The Stars Were Falling | Lisa Loeb | Album: Tails [1995]

When all the stars were falling,
I reached up like you said.
All the stars were falling, one hit me in the head,
and I fell down, down, down.
I fell down, down.

When all the stars were falling,
They fell from above
And I thought of hate, and I thought of hate,
And then I thought of love.
And I fell down, down, down,
I fell down, down.

And I’ve learned how to dance from a Vincent Van Gogh,
And the nights were wrapped in a white sheet,
And now no one even says hello,
cause I couldnt stand on my two feet
I fell down
I fell down.
Now the peace you will find, in your own you have found,
The lights of the city are the stars on the ground.
“I may not be a quaalude living in a speed zone”,(*)
But I could be restful, I could be someone’s home,
If I fell down,
And I fell down, down.
Now all the stars have fallen.


(*) Quoted from a New York City cab driver 

» Promesa de lluvia

Llevaba días deseando la lluvia. Me aburren los cielos siempre azules. Necesito chaparrones de vez en cuando [la dosis justa... ¿una vez por semana?]

El calor venía amasando una buena tormenta, de esas violetas y grises, con pinta de cabronas. ¡Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva!.

Abrí todas las ventanas porque al aire se le ocurrió ponerse fresquito, con olor a "va-a-llover" y albahaca de las macetas. Los relámpagos cruzaban desde todos lados dando, gratis, un show de luces en el pedazo de cielo cuadrado de mi patio cuadrado. Para el aplauso, de verdad.

Y estalló el agua. Y empezó a llover, no desde arriba, sino como de costado, paralela al horizonte corría el agua. Y llovió fuerte, llovió mucha lluvia... pero llovió un rato, nada más...

A veces pienso que esta ciudad no sabe nada, y por no saber, ni siquiera sabe llover.


» Cuento Chino

Él se moría por ir a una parrillita en la costanera.
Ella hubiera matado por un plato de pastas caseras.
Pero terminaron en un restaurante de comida oriental.
A él le pareció bien sofisticado.
A ella le pareció mal decir que no.
El menú era inentendible, los mozos prácticamente mudos y los tenedores una especie en extinción.
Eligieron al azar. O por el precio [lo menos caro].
Seis o siete intentos con los palitos y ninguno de los dos quiso arriesgar más. Demasiados papelones para una primera cita.
Se resolvió un "no-tengo-hambre" por unanimidad.
Ella se excusó y dijo que iba al baño.
A los veinte minutos él decidió que ella no iba a volver.
Pidió la cuenta, pagó y se fue sin dejar propina.
Mientras ella caminaba buscando un taxi, mareada por los olores y colores de una comida que no probó, pensó que pucha, qué macana, pero menos mal que me di cuenta en la primera cita, que al amor no lo entiendo en ideogramas y dragones y que cuando llegue a casa me hago un plato de fideos con manteca y queso
Mientras él caminaba hasta el auto, mareado por el vino que terminó tomándose solo pensó que pucha, qué macana, que era linda mina pero rara, que las mujeres para mí siguen siendo chino básico y que mejor paso por el puestito de la esquina y me como un choripán.