Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Comportamiento animal

Todo el día estuvieron acurrucadas ahí abajo [o ahí arriba, desde mi ángulo]. No se movieron de ese refugio ni se miraron, ni nada. Llegué a imaginar que estaban ahí para sostener el aire acondicionado, que si salían volando el aparato se caería [como esos "apolos" de piedra que sostenían templos y columnas y partenones y hoy fueron degradados a sostener balcones].

No soy de las que estudian el comportamiento animal, ni muero por los documentales donde muestran el apareamiento del koala, pero inventé que eran pareja [sí, les puse nombres también pero no los voy a decir].

Decidí que se estaban queriendo como de costumbre, [o que se habían acostumbrado a quererse] pero que no necesitaban comunicárselo de "palabra" [sí, mis palomas dicen "palabras", en idioma colombófilo, pero idioma al fin].

Decidí que estaban juntas, pegadas, para asumir el invierno, para apechugar el frío, para contagiarse calor. Que esa ya era una muestra de sobra de lo que era quererse, buscar el cuerpo del otro y acurrucarse.

No sé cómo sonríen las palomas, pero me pareció que estaban contentas así, que la compañía era suficiente, que se estaban dando lo que sus plumas pedían, lo que el invierno sugería, lo que la soledad invitaba.

No. Es verdad. No tengo idea de comportamiento animal. Pero me gustó pensarme un rato paloma, y saber que a veces alcanza con la compañía silenciosa, y sentir que se puede estar bien sin palabras de más, y confirmar que se puede querer desde ese cuerpo pegado, y que se puede estar feliz sin tener que demostrárselo a todo el mundo, y tener la certeza de que se puede salir volando en cualquier momento, sin que nadie te venga a reclamar que dejaste caer el aire acondicionado.

» Lágrimas de sol

Supongo que el sol a veces se cansa de ser tan sol. Debe tener sus días malos, como todo el mundo. Y en esos días le da por llevarle la contra al universo.

Entonces, renegado, decide pintarse de color amanecer en pleno atardecer, o poner cara de luna llena, perfectamente delineada, escondiendo los rayos [y toda manifestación de alegría] en plena tarde. O se levanta con el pie izquierdo y se le antoja organizar un eclipse y deja de encandilar un rato, como para llamar la atención nomás. O de puro enojo.

Sí. Debe tener sus días malos, y también sus días tristes. Y como es una bola de fuego no hay lágrima que le dure. No le llegan a brotar las lágrimas que ya se evaporan. Y es que ni llorar puede, el pobre. Por eso elige otras formas de mostrar su tristeza, y a veces esa tristeza resulta tan pero tan linda que duele. Y te quedás mirando fijo a ese sol triste, sin pestañar, y te empiezan a arder los ojos [y el alma], y se te escapan las lágrimas solas, esas lágrimas de sol, que el sol no puede llorar.

Si un día de estos te encuentran como a mí, perdido, de cara a un atardecer extraño, parpadeando lágrimas ajenas, ni te molestes en explicarles que la tristeza es del sol, porque no lo van a entender. Deciles, simplemente, que te debe haber entrado una basurita. Pero tampoco les aclares que la basurita te entró en el alma.