Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Viento en contra

Mirás ese sol frío y debilucho de otoño y le hacés frente. La calle está desierta [o al menos para vos, que la gente te resbala, invisible en tu autismo por opción]
Tenés las ganas. Y pedaleás cantando fuerte, desafinando en tu sordera de emepetrés.
La calle se alarga. La calle es un fideo gris interminable. Y seguís. Una subida demasiado empinada, apretás el ritmo, le metés más pierna, más garra, cantás hasta escucharte. Y seguís. Difícil, pero seguís.

Y entonces te das cuenta. Ya no es el frío en las manos, la cuesta arriba que te cuesta tanto, la falta de ganas.
Es ese viento en contra, que te azota la cara, que zumba en tu sordera, que te tira para atrás, que no te deja avanzar.
Podés bajarte de la bici y seguir caminando, más lento, con el viento en contra y la bici pesándote como una culpa que no buscaste cargar.
Podés quedarte ahí, clavado a tu rueda inmóvil, esperando alguna racha [que llega tarde] o una calma chicha [que nunca llega].

O podés seguir, cantando fuerte, pero en otra dirección... Total, las ganas las tenés y siempre para algún lado, el viento te va a soplar a favor.