Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Idas y vueltas

Vueltas. Idas y vueltas. Frená, mirá bien, decidí, elegí, ahora no, ahora sí, ta te ti suerte para mí.

Conectar, dejar fluir, ser, no existír, pasar, seguir, volver, disimular, correr, pensar, mirar atrás, parar, tomar aire, mirar adelante, equivocarse, solucionarlo, intentar, arriesgar, por ese lado sí, por ese lado no.

Vueltas. Idas y vueltas. La vida, maquinaria compleja, industria de destinos, fábrica de éxitos y fracasos, distribuidora de alegrías y tristezas. Caminos, tubos, conectores.

No hay uno correcto. No hay uno imposible. No hay mapa ni plano, no hay manual de instrucciones. La vida se te va enmarañando, se te va madejando, y hay que mirar, pensar, evaluar y decidir. Y meterle para adelante [o para el costado].

Aunque te equivoques. Aunque veas pasar al lado el tren que no tomaste.
Aunque te mueras de ganas de apretar control zeta. Aunque veas sepultadas las palabras que no dijiste. Aunque cambies para probar, aunque cambies para mejorar, aunque cambies para cambiar

Metele para adelante. Remala. Vivila con todas las vueltas. Con todas las idas.

» Crecer

–Madurá –me decía. –Crecé de una vez por todas–. Y me lo decía como un reproche, con tono de "tirón de orejas". Y es que yo no lo podía explicar. No era una cuestión de cobardía, ni de miedo a perder la inocencia y la irresponsabilidad. Pero en cierto modo se trataba de no soltar el "todos juegan" de esa perinola inconsciente que habilita y permite, que vuelve inimputables los errores y las audacias, los arrebatos y los impulsos, las pasiones y los abandonos.

Madurá–, me insistía. –No sabés lo importante que es sentirte una mujer, una mujer viva.– Y yo no quería perder esa infancia blandita de nubes que me recorría la espina dorsal y me convertía los brazos en alas.

Hasta que lo entendí. Y aprendí a mirar con cara seria y los ojos riéndose a carcajadas de inconsciencia. Y aprendí a crecer también con los brazos convertidos en alas [que llegan más lejos].

Madurá, me explicaba, que para que haya una mujer viva, no es necesario que haya una niña muerta.*


[* algo así decía un tatuaje que ví un verano en una persona encantadora. Pero en masculino]