Se equivocaron. Los patos se equivocaron. Pensaron que había laguna, pero no había. Pensaron que quizás llegaría el agua, que llovería como en el bíblico diluvio universal y brotaría el lago. Pero no llovió.
Y se fueron acostumbrando.
Se acostumbraron a nadar sobre la tierra, a flotar en la dureza del terreno, a mecerse sin olas, sólo con el viento, que arrastra polvo y ensucia las plumas.
Y se fueron quedando, adormecidos de rutina y tedio.
Y quizás un día empiece a llover. Y se inunde de agua todo el terreno. Y las plumas se mojen y las alas se hundan. Y floten a la deriva, llevados por la corriente.
O no... O puede ser que cuando llegue el agua, estén tan, pero tan acostumbrados a la sequía, que terminen ahogados.
El hombre. El hombre se equivoca. Y espera el cambio...
Pero se acostumbra.
Y se fueron acostumbrando.
Se acostumbraron a nadar sobre la tierra, a flotar en la dureza del terreno, a mecerse sin olas, sólo con el viento, que arrastra polvo y ensucia las plumas.
Y se fueron quedando, adormecidos de rutina y tedio.
Y quizás un día empiece a llover. Y se inunde de agua todo el terreno. Y las plumas se mojen y las alas se hundan. Y floten a la deriva, llevados por la corriente.
O no... O puede ser que cuando llegue el agua, estén tan, pero tan acostumbrados a la sequía, que terminen ahogados.
El hombre. El hombre se equivoca. Y espera el cambio...
Pero se acostumbra.
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