No soy erudita en nada. No destaco en nada. Nadie me aplaude en las reuniones ni se dan vuelta a mirarme cuando voy por la calle. Soy invisible y soy todo lo que hice en mi vida para ser lo que soy.
Soy, como todos, un ramillete de fracasos y logros, de sueños convertidos en metas, de metas cumplidas y otras tantas incumplidas y vueltas a convertir en sueños.
Soy, como muchos, un manojo de inseguridades, propósitos y ganas de más.
Soy, como todos, un ramillete de fracasos y logros, de sueños convertidos en metas, de metas cumplidas y otras tantas incumplidas y vueltas a convertir en sueños.
Soy, como muchos, un manojo de inseguridades, propósitos y ganas de más.
Cargo a cuestas [aunque me cueste horrores] el optimismo como moneda corriente, como billete de cambio.
Porque busco y encuentro y si no encuentro cambio el ángulo de búsqueda.
Pero no son las metas las que me mueven. Son el camino para lograrlas.
Y en ese camino es donde encuentro mis valores.
Porque vale más, muchísimo más, el camino que la meta, porque ahí es donde se aprende a seguir siempre buscando, a seguir siempre queriendo.
Y dicen los que saben, los eruditos de verdad, que a eso... a eso se le llama vivir.
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