Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Olores

Lo que pasa es que las imágenes se distorsionan, se solapan con sueños casi verdaderos y con vigilias prácticamente soñadas. Y los sonidos se pierden de silbarlos tan bajito y para adentro.

Son los olores los que se encargan de raspar los bordes internos de la memoria y dejar pegaditos los recuerdos. Olores que despiertan murmullos de voces olvidadas, de caras que se habían desdibujado, de melodías que no sabés de qué pulmones venían hacia afuera en esa especie de susurro entredientes [que no llegaba a ser ni letra ni música] entreverada con ese chusss chusss de arrastrar de pies con chancletas.

Pueden tirar abajo la casa, llenarla de nuevos olores, pero nunca jamás van a lograr desprenderte de la memoria el recuerdo de esa infancia con abuelos, con olor a pan y jazmines, a libro y madera, a río y humedades que se te quedó pegado en algún lugar del alma, de por vida.

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