Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!
Las últimas cuatro o cinco veces que me morí, me morí de sed, de aburrimiento, de emoción, me morí de calor y de sueño. A veces me muero un poquitito de miedo, y otras veces me muero lenta y largamente de angustia.

Después de morirme, casi siempre resucito bien. Le encuentro la vuelta a esto de volver de mis muertes.

Hay muertes que me matan más que otras. Igual... hace tantas muertes que no me muero de amor....



» Nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. “Pequeña muerte”, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta, y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. “Pequeña muerte”, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser si matándonos nos nace.*

*» Eduardo Galeano | El libro de los abrazos

No hay comentarios:

Publicar un comentario