Las últimas cuatro o cinco veces que me morí, me morí de sed, de aburrimiento, de emoción, me morí de calor y de sueño. A veces me muero un poquitito de miedo, y otras veces me muero lenta y largamente de angustia.
Después de morirme, casi siempre resucito bien. Le encuentro la vuelta a esto de volver de mis muertes.
Hay muertes que me matan más que otras. Igual... hace tantas muertes que no me muero de amor....
» Nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. “Pequeña muerte”, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta, y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. “Pequeña muerte”, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser si matándonos nos nace.*
*» Eduardo Galeano | El libro de los abrazos
Después de morirme, casi siempre resucito bien. Le encuentro la vuelta a esto de volver de mis muertes.
Hay muertes que me matan más que otras. Igual... hace tantas muertes que no me muero de amor....
» Nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. “Pequeña muerte”, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta, y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. “Pequeña muerte”, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser si matándonos nos nace.*
*» Eduardo Galeano | El libro de los abrazos
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