Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Sonrisa invertida

Te acostumbraste a ver sólo las nubes negras que te amenazan desde hace siglos. Tenés la horrible certeza de que esa tormenta gorda que ruge sobre tu cabeza es la mismísima espada de Damocles, pasándote factura por los pocos [crees vos] gramos de felicidad que le compraste al destino a muy mal precio. [Ese mismo destino que crees escrito y juzgás insobornable].

Te revolvés en tu dolor y te largás a llover lágrimas que ya ni mojan de tanto lamento de tantos años, lágrimas cansadas de llorar una pena repetida.
Y justo ahí, en ese momento, cuando te me fuiste para adentro, cuando cerraste los ojos para mirarte el ombligo en ese gesto de soledad hermética que te conozco tanto, al cielo se le ocurrió reflejar una sonrisa de oreja a oreja,
un regalo de luz de siete colores,
una muestra clara de que no todo es tan oscuro,
que tus tormentas no son tan negras
y que tanta lágrima llovida sirvió para que se forme esa sonrisa, que vos no llegaste a ver.


[No, no la viste, ya te habías ido para adentro. Pero te regalo la foto, para que me creas. Para que creas...]

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