Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Maridaje perfecto

Cuando uno anda medio descreído del romanticismo no le tienen que venir con matrimonios perfectos. No señor! Que las bodas de oro de los abuelos, que el pan con manteca, que Thelma y Louise, que la coca con fernet, que Romeo y Julieta, y tantas otras uniones inseparables y números pares que encajan perfectamente.

Allá ellas, las naranjas [y otros cítricos] que encontraron su mitad. Que vivan felices y coman perdices los tipos de los cuentos [nunca supimos los nombres de las respectivas parejas de Blancanieves, Cenicienta, ni el valiente leñador de la chica de colorado, ¿no?] Por mí, que sigan de la mano el vino blanco con el pescado y el tinto con las pastas.

El problema es que cuando uno creía haberlo visto todo en materia de maridajes perfectos y ya comenzaba a sentirse inmune a las uniones románticas y empalagosas, viene el señor Bonafide y se le ocurre inventar el bocadito de chocolate blanco relleno con dulce de leche. Como para no volver a creer en los números pares...

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