Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» El faro del principio del mundo.

Surgió de la nada. Brotó desde no se sabe bien qué órgano interno de la tierra, [que casi siempre llaman las entrañas]. El asunto es que un día apareció un faro en alguna esquina del mundo.

Y encendió la linterna.

Y las rocas creyeron que el faro las llamaba y fueron a encallar a sus pies.

Y las olas pensaron que la luz que giraba era para ellas y desde entonces no paran de azotarse contra las peñascos, que ya andaban durmiendo una siesta de siglos en esa orilla.

Y las nubes, conjeturaron que los intervalos de luz y sombra debían ser un camino para ellas, y amanecieron una mañana de enero formando remolinos sobre la veleta del faro.

Y fue el principio de todo.

Por eso, cuando me hablan del faro del fin del mundo, me muero de risa, porque yo conozco el secreto: no es el faro del fin del mundo, es el del principio.

Porque de eso se trata, depende de lo que uno vea en los ratos de luz y oscuridad, depende de los secretos que uno conozca, el final, [quizas] sea el mejor principio.

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