Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» Justicia para Cenicienta

Sr. Juez... Yo me presento ante este tribunal para denunciar al "Sindicato de Hadas Madrinas, Genios y afines", porque siento que esta gente me estafó a mí, ¿sabe? porque las cosas no pasaron como prometían en el contrato.

¿Que si tuve a mi príncipe? Claro que lo tuve, pero un ratito, nomás, y no es justo que me hayan dado las doce en lo mejor del baile, cuando recién arrancábamos con los mimos en el cogote, cuando hacía un par de temas que habían puesto los lentos. No señor, no es justo que tenga que haber salido corriendo, hecha una loca, delante de toda esa gente, un papelón, imagínese, encima que no estoy para nada en estado físico, ¡y con estos zapatos que me dieron, que casi me mato de un golpe bajando esas escaleras!, para que además, estos tipos del “Sindicato de Hadas Madrinas Genios y afines” me quisieran cobrar el zapato que perdí en el camino... sinvergüenzas, si aunque sea me hubieran conseguido unos zapatos de mi número...

No, Sr. Juez, no es justo, porque al llegar a la carroza resulta que ya se me había convertido en taxi, muy poco glamoroso el asunto, ¿sabe? y el taxista, que usted disculpe pero era un zapallo, quería que le pagara no sólo la bajada de bandera y el viaje, sino también la espera, y yo, que no había llevado cartera y el modelito éste que me dieron los del Sindicato ni bolsillos tenía como para meter la plata, las llaves y los puchos, y encima, al llegar a casa les tuve que devolver el vestido este de morondanga que, al fin y al cabo ni el color me gustaba.

Por eso, Su Señoría, por incumplimiento de contrato es que reclamo a los del “Sindicato de Hadas Madrinas Genios y afines” que me devuelvan mi dinero y me indemnicen por daños morales, porque yo podré ser cualquier cosa, la chica que limpia, la Cenicienta, y todo lo que quiera, pero tengo mi dignidad ¿me explico?

Y que no me vengan a mí con que no leí la letra chica del contrato y que colorín colorado, ¿sabe? que no me vengan a mí con cuentos, que yo de cuentos entiendo más que nadie...

1 comentario:

  1. Cenicienta, en los pocos ratos libres que le dejaba la servidumbre de la madrastra cruel, no se dedicó a la lectura de novelas de evasión mediante el amor romántico, porque no se llamaba Emma Bovary. Desarrolló una conciencia de clase, se asumió como laburante, mezcla de afiliada al sindicato de Maestranza y de chica de clase media heredada del papá y la mamá, y la llegada al baile principesco no fue gracia real, sino contrato conseguido a fuerza de la humilde pero fiera dignidad que le daban las escobas, los lampazos y el desprecio a las estúpidas tilingas de su casa. Y así se consiguió su propio baile y su propio príncipe. Pero le fallaron esos otros impostores, el gremio de los cuenteros de lo maravilloso, los urdidores de historias evasivas, cuando la verdadera maravilla era ella misma, en su propia realidad de muchacha capaz de bronca y de ternura. En este relato paródico la autora construye una narradora-personaje en primera persona, con los mismos rasgos del sujeto lírico-narrativo de su prosa poética: el recurso a la ironía (en un género irónico por excelencia como es la parodia), el uso retórico del lenguaje coloquial, con la revelación de los sentidos implícitos en los lugares comunes, y la mirada que al mismo tiempo distancia a los personajes y logra verlos en lo que tienen de más auténtico y humano.

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