Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

» De brumas y leyendas

A mediados del siglo pasado se comenzó a construir el primer faro de La Paloma, en el mismo lugar en el que se encuentra el actual. Al parecer, la obra no estaba lo suficientemente cimentada como para resistir el viento y se desplomó sobre los obreros una fría noche, aplastándolos a todos.

Hoy, al lado del faro, hay un pequeño cementerio que los recuerda. Y hasta algunos se animan a afirmar que ciertas noches se los escucha trabajar con sus picos y palas sobre la orilla del mar.

 
Enganchada a esta historia, está la de La Aparecida. Cuentan por ahí, que era la futura esposa de uno de los constructores, que se suicidó con su vestido de novia al perder a su amor en el derrumbe del faro.

Dicen, que quienes pasan por la playa en las noches, pueden toparse con la aparición de una mujer de blanco de aspecto lúgubre que va y viene entre el Cabito y el Faro.

» Circulan por ahí varias versiones de la leyenda. Pero ésta es la que a mí me quedó de tanto oírla. Y es la que me tenía en vilo todos los anocheceres de mi verano infantil, con esa mezcla de miedo y curiosidad, mirando la orilla bien fijo, sin pestañar, hasta que los ojos ardían, y las sombras engañosas de la noche que se levantaba confundían una gaviota, una rama, un pescador o la espuma del mar, con la Aparecida.

O a lo mejor es cierto que la ví...

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